Ðavid A. Osorio S

Creo que Petro sí puede hacer que Colombia termine como Venezuela, pero no por las razones expuestas.

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La derecha colombiana se ha valido del hecho de que la dictadura venezolana es de izquierda para hacer la nada sutil sugerencia macartista de que la izquierda (¡toda!) conduce a la dictadura, y se llenan la boca y se rasgan las vestiduras para lloriquear lágrimas de cocodrilo sobre la democracia perdida en Venezuela y cómo la victoria de la izquierda en Colombia necesariamente resultaría en lo mismo. Básicamente instrumentalizan la desgracia de nuestros hermanos venezolanos para hacer campaña política (y son los mismos que, además, les quieren negar entrada y los quieren deportar cuando llegan).

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Y resulta que no, izquierda no es sinónimo de dictadura, así que su premisa fundamental fracasa absolutamente. Porque esa gente que pretende llorar por la democracia de Venezuela es la que vota por el culto a un tipo que puso incentivos perversos para que el Ejército asesinara niños pobres y los hiciera pasar por terroristas y luego salió a decir que "no estaban recogiendo café" (que, vaya uno a saber, ahora resulta que es un delito no escrito en el Código Penal). Y donde cooptó al Congreso, reformó la Constitución a su talla, y chuzó a periodistas, la oposición y Magistrados de las altas cortes. Mejor dicho: la democracia les vale tres hectáreas de verga. Y cuando los "expertos" dicen que en Colombia hay tradición e instituciones democráticas fuertes es tan absurdo y risible como sugerir que las hay en Venezuela.

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Que gane Petro o que gane (la marioneta de turno de) Uribe no cambia el talante absolutamente antidemocrático del país. La única diferencia entre Colombia y Venezuela es que cuando aquí el cretino de turno se quiso atornillar al poder, la Corte Constitucional, en un arrebato de cordura, lo impidió a último minuto.

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Que con Petro el país se volvería más como Venezuela es una posibilidad real, al igual que ocurriría con (la marioneta de turno de) Uribe, porque el problema de Venezuela no es su sistema económico, ni si la gobierna la derecha o la izquierda, sino que montaron al poder a un tipo sediento de poder. Y eso, por definición, son los caudillos, como Petro y Uribe. Es algo bastante arraigado en la región. Realmente me sorprendería si esta pocilguita evitara terminar como Venezuela.

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Un charlatán que encontró nicho de mercado en el nada despreciable número de hombres jóvenes insatisfechos y frustrados, de quienes puede predar presentándose como alguien con respuestas en un mundo cada vez más misándrico y androfóbico; un tipo que por obra y gracia de la incompetencia del "feminismo" tercera ola y la cultura de la indignación gratuita promovida por el posmodernismo, saltó a la fama porque tuvo la audacia de decir que no permitiría que el gobierno le diga cómo debe referirse a las personas (algo que nunca fue propuesto por el gobierno en primer lugar).

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El debunking que hizo Nathan J. Robinson de Peterson en Current Affairs es simplemente demoledor — Peterson es el típico hablamierda, que dice muchas cosas que suenan guay pero que carecen de sentido alguno; para completar, cuando empieza a ser patentemente obvio que está haciendo eso, entonces dice todo lo contrario o agrega una negación a lo que dijo: https://www.currentaffairs.org/2018/03/the-intellectual-we-deserve

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Ya antes, James Lindsay había explicado su éxito como gurú de jóvenes a quienes la guerra cultural está sacrificando por el simple hecho de querer ligar: https://medium.com/@Carnaina/el-atractivo-como-gurú-de-jordan-peterson-en-nuestro-mundo-post-todo-334e0021b3dd

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Como ya mencioné ( https://ask.fm/Daosorios/answers/144842823410 ), creo que su caso —o, mejor dicho, que pueda expresar sus opiniones sin temer represalias— es importante porque puede sentar un precedente sobre libertad de expresión; no porque Peterson sea particularmente relevante o tenga algo remotamente sabio que decir. Entre su constante apelación a la falacia naturalista para referirse a cómo deberían funcionar las sociedades humanas (en jerarquías, como las langostas, según él), su machismo casual, su puritanismo victoriano (el otro día llamó al Estado para que impida que los universitarios tengan sexo casual), sus dichosos arquetipos junguianos y su analfabeta defensa del cristianismo (que no es que la haya de otro tipo), lo encuentro profundamente insoportable.

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- Pues no es imposición social. Nadie tiene que hacer con su cuerpo lo que no quiere. Así que si una mujer no se quiere depilar, pues que no lo haga; nadie se lo está imponiendo. De la misma manera, nadie está obligado a ligar con una mujer (o un hombre) que incurre en prácticas que encuentra poco sanitarias o estéticamente desagradables.

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- No, no hay consenso y, hasta donde sé, tampoco explicación evolutiva: es más una tendencia prevalente en las sociedades donde el baño diario es una rutina frecuente, y en las que el sexo se ha separado de su su función reproductiva, así que podemos tener un sexo divertido, placentero, inocente y libre de consecuencias negativas.

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Que no vas a encontrar esta tendencia ni en el Punyab indio ni en el paquistaní, pues.

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En las sociedades donde ocurre se ha encontrado que la depilación está relacionada con la edad, y hay una pequeña correlación positiva entre las mujeres que se depilan y las que muestran más interés en el sexo: https://www.psychologytoday.com/blog/all-about-sex/201509/pubic-shaving-which-women-and-why

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Respuesta corta: la gente suele poner sus (anti)valores —"intereses morales"— por encima de sus intereses materiales/económicos: https://www.theguardian.com/society/2012/jun/05/why-working-class-people-vote-conservative

Respuesta larga: la izquierda parece sumida en un letargo marxista en el que no ha superado la idea de que los individuos tenemos más dimensiones que la económica y que si un candidato/partido propone algo económicamente beneficioso, una persona de escasos recursos podría perfectamente preferir votar por el cretino que la dejará sin horas extras ni nocturnas, sin educación de calidad para sus hijos, sin acceso a servicios de salud asequibles, y que hará falsos positivos con niños inocentes de familias pobres como la suya, porque su prioridad es que los gays no puedan casarse ni adoptar, o que las personas sufriendo no puedan optar por la eutanasia, o que la gente no pueda meterse lo que le venga en gana.

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Hay que tener instrucción en historia de las ideas y la democracia, y haber educado los gustos morales para que estén en sintonía con nuestros intereses. Más importante, hay que entender que el primer interés material *de todos* es tener una democracia vigorosa y garantista con un riguroso sistema de pesos y contrapesos que ataje los excesos de poder, que por muy moralmente satisfactorio que sea hacer las cosas a la malditasea, a veces son preferibles las soluciones diplomáticas, que la bravuconada sólo sirve para tribus de menos de un puñado de personas pero que en el mundo real tomar decisiones que impactan grandes porciones de la población requiere análisis serio y ponderación, en vez de una respuesta con la bilis; que los Estados modernos se construyen con cautela y no con superioridad moral, pues: http://agaviria.blogspot.com/2018/02/estadistas-vs-profetas.html

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Pero no; la educación en democracia es paupérrima. La gente prefiere votar por candidatos que no disimulan demasiado su desprecio por la democracia porque los hacen sentir bien, ya sea apelando a su miedo a las Farc, o a su odio a los ricos, o a su odio a Uribe, o a su odio a los carros, o a su odio al capitalismo o al socialismo, o a los blancos o a los musulmanes, o a los ateos, o al miedo a la ideología de género. Nadie se molesta en señalar que sus medios dicen bastante sobre sus fines y lo que *realmente* harán si consiguen el poder. Y la gente los vota. Dan por sentada la democracia y todo lo que vivir en una garantiza.

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Con estas falencias, prometer cosas falsas como no negociar con terroristas o construir de una pared sobre más de 2.000 kms de río es una estrategia que sirve para sumar votos de clase trabajadora, aunque esas propuestas vengan sujetas a jugosas exenciones fiscales para los ricos y generosos recortes a programas sociales.

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