Sergio Carrión

Me despierto a las 9 de la mañana cuando mi cuñada me llama para avisarme de que viene a recogerme. Trabajo con mi hermano y mi cuñada en el restaurante de uno de los polígonos más grande de España, situado en Paterna. Soy camarero, y como mis padres y mis tíos y mis abuelos han tenido bares y restaurantes, podría decirse que es algo que se me da bien (sí, esto de ser camarero también tiene que hacerse bien, como todo). La rutina en mi trabajo es demasiado rutinaria, al ser un polígono vienen los mismos clientes todos los días, ya que son trabajadores de las empresas cercanas. Al ser los mismos clientes, sabes prácticamente a qué hora van a venir y qué van a pedir, esto agiliza mucho el trabajo, pero es muy aburrido. Primero damos almuerzos de 10 de la mañana a 11.30, luego, cuando han terminado los almuerzos, limpio las pilas y monto las mesas para las comidas, les pongo un mantel blanco de papel, una servilleta y, encima de esta, los cubiertos, un cuchillo en el centro de la servilleta y un tenedor a la izquierda del cuchillo. Así lo manda la etiqueta. Cuando monto las mesas y las limpias están limpias, así como los vasos colocados en las mesas, voy a una imprenta que hay al lado del restaurante a fotocopiar el menú, que es una hoja de papel en el que están escritos los platos (primeros y segundos) que daremos ese día. Las fotocopias cuestan 60€, y gracias a la rutina, siempre que entro en la imprenta no tengo que decir nada, nos entendemos perfectamente, saben lo que quiero, yo les doy el papel con el menú escrito a mano y ellos hacen su trabajo. Después de esto, vuelvo al restaurante con los menús, los coloco en las mesas y, entonces, tengo un rato libre en el que suelo almorzar, escuchar música y fumar. El rato libre suele de ser de unos 30 minutos, depende de si en ese rato entra algún cliente o no, generalmente a tomar café. Cuando termino de almorzar viene nuestro primer cliente, Matías, que llega siempre a eso de la 1 de la tarde, y aparca siempre en la misma puerta del local (es uno de los pocos clientes que hace esto SIEMPRE). Matías siempre bebe vino con casera y, para comer, algo de cuchara (sopa, lentejas, guisado...). Luego, bueno, se suceden los clientes habituales. Van viniendo, se van yendo. Las comidas las damos de 1 de la tarde a, más o menos, las 3.30. El tiempo pasa rápido porque siempre estás haciendo algo, pendiente de que a ninguna mesa le falte nada. Es un trabajo fácil, claro, pero yo me tomo el servicio al cliente muy en serio, y trato de hacer lo mejor que puedo para que todos estén bien servidos, algo un tanto incómoda teniendo en cuenta que a mí me gusta poco socializar. Cuando la gente se ha ido y nos quedamos solos, recogemos las mesas, limpiamos las pilas y nos sentamos a comer, a eso de las 4 de la tarde (si ha habido mucho trabajo, quizá nos sentemos más tarde). Cuando terminamos de comer... Y NO PUEDO ESCRIBIR MÁS. AYS.

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