Hysterie (cuenta desactivada).

Hey, gracias.
« Azalee llegó por detrás de Carlos y lo besó en el cuello, luego se situó frente a él y abrió las piernas para sentarse sobre las de Carlos, frente a frente. Le enredó los brazos alrededor del cuello y rozó sus labios con los suyos, abriendo un poco la boca para dejar entrar la de Carlos. Él se olvidó por un momento de sus preocupaciones y atrajo el cuerpo de su amada al suyo, abrazándola por la cintura. Se besaron despacio, pero después la lentitud se convirtió en ferocidad y los besos en mordidas, se arrancaban trozos de carne de los labios y el cuello, en fin, de todas formas se iban a regenerar... Se rompieron mutuamente las ropas hasta quedar al descubierto sus cuerpos desnudos, y en la oscuridad de la habitación reanudaron el mórbido acto sanguinolento.
Mancharon las sábanas percudidas del líquido carmesí que emanaba de sus heridas, ella rasgó las sábanas con sus propias uñas al tener dentro suyo la ferocidad de su amado, se hundieron en el vaivén de caderas mientras rugían cual leones en pleno apareamiento.
Al amanecer, ya estaban exhaustos, las heridas casi cerradas en su totalidad. Nadie los detendría, nada sería lo suficientemente fuerte para terminar con ellos. Nada.
El cansancio los hizo quedarse dormidos, abrazados y con las piernas entrelazadas, cubiertos con aquellas sábanas manchadas de rojo.
Carlos despertó por el fuerte ruido que provenía del cuarto de baño, era Azalee, quien parecía estar vomitando. Sin pensarlo más se levantó de un brinco y corrió hacia el baño; la miró desde el umbral, estaba encorvada frente al inodoro, su espalda haciendo movimientos al compás de sus arcadas, los brazos temblándole sobre el asiento del retrete. Temeroso, se acercó a ella y lo que vio le heló la sangre: arañas vivas salían de la boca de Azalee en forma de vómito, eran cientos de ellas, algunas caían al agua y otras se le subían al cuerpo y se enredaban en su cabello corto. Carlos no supo que hacer más que dar suaves palmadas a la espalda temblante de Azalee. No recordaba bien lo que él había pasado en su transformación, pero al ver esta escena, su memoria se refrescó un poco.
Luego de unos minutos, Azalee dejó de vomitar. Se abrazó al cuello de Carlos, quien pudo sentir su cuerpo temblar sobre el suyo. Rodeó su espalda con los brazos y le dio palabras de aliento.
—Vas a estar bien...»

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La normalidad es subjetiva, eso me queda claro. Usted no puede ver algo con "los mismos ojos" que otra persona, cada quien interpreta la realidad de una forma individual y aunque es cierto que hay personas que la interpretan de manera similar, no hay dos pensamientos iguales. Ni dos ideologías, ni mucho menos dos personas.
Normalidad y anormalidad, vamos, que yo me considero muy normal y estoy consciente de que hay quienes me ven "rara" así como yo veo "rara" a una que otra persona.
Todos somos distintos en poca o gran medida. Digamos que aquella persona que me parece "distinta" a los demás es aquella que posee una habilidad para, yo-que-sé, expresarse bien de manera oral o escrita (y en eso me dijo mucho), tener una ideología que no siga a la gran corriente de peces, una persona inteligente. Inteligente. Inteligencia es la palabra.

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Cuando iba en primero de secundaria gané algo y de verdad significó mucho para mí.
En esos tiempos había tenido peleas con mi mejor amiga, nos separamos y me quedé completamente sola, me aislé del mundo y bajé mucho mis calificaciones.
Mi profesora de Español me tenía un gran afecto (y yo a ella). Debo decir que es una excelente profesora y mujer, y que la admiro mucho.
Total, para fiestas decembrinas la profesora compró un chaleco de estambre, e hizo una rifa en mi grupo. Puso 40 papelitos en una bolsa, y el premiado tendría una marca roja.
Cuando nos entregó a cada quien el papelito, emocionados lo desdoblamos. Aunque bueno, yo no estaba en absoluto emocionada pues nunca me ganaba nada. Abrí el papel y éste tenía una marca roja, miré a Verónica (mi profesora) y ella sonrió.
—Felicidades.
Me dio el chaleco, los ojos se me humedecieron. Nunca me había ganado nada y viniendo prácticamente de ella fue muy importante para mí. Aún conservo el chaleco y cada que lo uso me acuerdo de ella. Es una gran profesora.

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